El beso gitano II

Acto: Conmemoración del Día Internacional del Pueblo Gitano
Exposición: EL BESO GITANO de Lola Ferreruela
Inauguración: 8 de Abril de 2013
Lugar: Sevilla

LOLA FERRERUELA. Cuando lo abstracto se hace color
Da. Mercedes Arriaga Flórez, Universidad de Sevilla

Cuando Sefora Vargas me propuso participar en este día internacional del Pueblo Gitano y me habló de la obra de Lola Ferreruela, me pareció prodigioso el hecho de que se quisiera celebrar en este día la tradición de un pueblo a través de la innovación artística de una de sus mujeres. No se ustedes qué opinan, pero a mí personalmente el hecho de que una mujer sea la presidenta de esta asociación y de que la obra pictórica de otra mujer sean el emblema de todo un pueblo, me parece precisamente un signo de su sabiduría y de su civilización, porque sólo los pueblos más adelantados se dan cuenta de que los talentos de sus mujeres son una riqueza que no se puede desperdiciar. Me parece muy adecuado porque todos sabemos que las auténticas trasmisoras y custodiadoras de la tradición son las mujeres. Sobre sus espaldas recae el trabajo más invisible y menos valorado, los trabajos del cuidado y de la mediación que es donde se libra la lucha por la superviviencia del día a dia.


Por ese motivo, ¿Qué sucede cuando una mujer, en vez de empuñar la fregona, empuña los pinceles? Sucede que quizás el cuidado se traslade a otro ámbito porque cuidar de los demás no es solo hacer la comida o ocuparse de los que no se valen por si mismos. Cuidar de las personas es sobre todo infundirles esperanza, ayudarlas a soñar, abrir de par en par para los templos de la belleza. Eso es lo que hace Lola Ferreruela por nosotros: desentrañar el mundo y ofrecérnoslo descompuesto en geometrías, en líneas, en colores, en la superficie de sus cuadros están latentes las vibraciones de otros mundos y nuestra mirada se redime. La pintura de Lola nos obliga a utilizar los ojos para mirar, no solo para ver pasivamente lo que está delante y con los ojos entrar en otras dimensiones cósmicas o en otras dimensiones interiores.

Los poetas del Renacimiento italiano decían que el amor entra a través de los ojos, porque a través de la mirada las personas se enamoran. Es ese efecto de encantamiento que surten los cuadros de Lola lo que convierte su obra en un atravesamiento de fronteras para llegar a todos, porque el arte es patrimonio de todos los humanos que aspiran a la paz, a la armonía, a la bondad. Lola Ferreruela es una pintora gitana, con todo lo que ello conlleva de dificultades, obstáculos, impedimentos, incomprensiones pero su pintura, que en ningún momento olvida sus raíces es, en cambio, universal en su alcance. Universal porque en sus pinceles hablan los colores la lengua del calé, pero también los colores de los países mediterráneos y de muchos otros países exóticos del mundo. Esos colores que inflaman, que levantan el ánimo, que alimentan y calientan el alma, los colores de los jardines, de los vergeles, de los patios, da igual que sean de Andalucía o de México, porque no hay paisaje en los cuadros de Lola Ferreruela, no hay lugares sino sensaciones, huellas humanas, rastros de días felices que quedaron marcados para siempre sobre el lienzo, la cal de las paredes y las sombras de los rellanos descompuestos en geometrías de límites inciertos.

Las misteriosas operaciones matemáticas que realiza la vida para abrirse paso están presentes en esa energía positiva que desprenden las líneas, los recovecos, las espirales, las sinuosidades, los círculos que Lola imprime en sus cuadros; trazos que no están tan lejos de un juego de jeroglíficos, ni tampoco de una escritura en lengua cromática que utiliza el tamaño y la forma para expresarse. Los cuadros de Lola son un baile al que la luz asiste vestida de gala; la luz que emana de las estrellas, la luz del de-siderum, del deseo de trascendencia y de fuga de las calamidades de la naturaleza humana. No por nada una de sus series se llama “Ritmos cromáticos”,  donde la luz se hace movimiento,  armonía, cercanía, abrazo, beso. Mallarmé decía que la poesía era sobre todo música,  la  pintura de Lola Ferreruela es sobre todo poesía visual, poesía que se extiende ante nosotros para darnos un pellizco en el corazón, una contemplación que encierra en sí esa intranquilidad  del asombro y te proyecta hacia lo desconocido, hacia la utopía, hacia la quimera, hacia el sueño que conduce a una vida mejor.

La pintura de Lola Ferreruela no necesita definirse, simplemente es, sucede, se presenta como una epifanía y, prodigiosamente, nos hace sentir que nuestras raíces están en el mundo, pero nuestro espíritu no es de este mundo. Sus cuadros son pétalos de luz, el matra de reunidos arcoíris, energía en lienzo vivo.  Como diría Pablo Neruda Lola Ferreruela “juega todos los días con la luz del universo”, y el efecto que produce en nosotros es “lo que la primavera hace con los cerezos”. Es decir, nos hace florecer, nos rejuvenece, nos renueva y nos tiende un puente para perdurar en esos círculos concéntricos del espíritu. El beso gitano de Lola Ferreruela es uno de esos besos mágicos que nos despierta.

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