FUERZAS IONICAS

"De agua y espíritu"


Descubrí a Lola Ferreruela en una plaza de obispo y la reencontré en una estación de pueblo convertida, al igual que Lola, en exposición de arte. Y quedé sorprendido por el silencio de la crítica en el que siempre hay excepciones. Tuve una intuición primaria: la intensidad de la corriente de ida y vuelta, como una copla de Carlos Cano, entre sus cuadros y el mundo real e imaginario de su conciencia o de su subconciencia. Si se quiere, puede etiquetarse a su pintura dentro de un círculo de tiza con la marca del expresionismo abstracto pero con una condición, la de incluir a ella en ese círculo.

Se juega con ventaja cuando el artista está en los arrabales de la proximidad para que permita a uno descender a los arcanos de sus formas y colores. Sí, ya se que el lienzo escapa a su autor; que tiene vida con esa autonomía que le da la trágica separación como cuando en las dehesas llega la hora del destete de los terneros. Aunque cabe la probabilidad de que existan artistas que escapan a esa tragedia. Lola no, porque su vida, sus trayectorias, incluso su deambular de búsquedas incesantes, estuvieron y están motivadas por el mundo de la sensibilidad y de la creación. ¿Cómo olvidar sus instantes de refinamiento creativo cuando diseñó moda de exquisita belleza? Y huyó de ellos como del teatro, de la expresión corporal, de la melodía de una canción, del cine para terminar en la difícil alquimia de la expresión pictórica. Allí está situada con un fondo de saxofón de imperceptible sordina.

"Primavera (detalle)"

Su arte traduce y trasluce con la expresión de una fuerte intensidad de colores que perciben y que emiten sucesivos destellos distantes de todo academicismo. Las fuerzas de la naturaleza, incluidas las telúricas, están atrapadas en el interior mismo de los bastidores en constante presión para salir del cuadro y regresar a la tierra y al mar. Los colores de fuego, de sol y luna, de paisajes imaginados en donde solamente parece haber pinceladas intensas, los acuíferos del subsuelo, la geometría de lo aparentemente lineal que puede llegar a transformarse en mágicas bolas incandescentes, en neuronas vivas del espacio limitado de una tela o de una tabla o de un vidrio. Atrajo la atención visual de mi subconsciente -creo- el desenfado de la irrupción de la intensidad diversa de los azules, del amarillo graduado, del fuego transmutado en un rojo que no recuerdo haber vivido como sensación. Se trata de una aprehensión personal de la que soy lucido. En la pintura como en el amor hay gustos y disgustos. Es el diálogo personal, interactivo, en donde prevalece la mayor dosis de intimismo y de intimidad. (El mercado clasifica y pone precio, pero cada vez hay más coro para afirmar equivocaciones en muchísimas valoraciones del arte contemporáneo)

Sus retratos sorprenden, aparte formas y uso de los colores y de sus mezclas, por la captación de un sentido, de un estado, de un indicador, de un sentimiento, de una desarticulación de lo superfluo para definir con la palabra de los pinceles la complejidad del lenguaje de la expresión de un rostro.
Los cuadros de Lola Ferreruela me incitaron a entrar en "transe de poesía" para poder sentirlos a la vez de poder aceptar una comunicación con la calor del fuego, la noche de la luna, los baldíos, las miradas, rictus y sonrisas a medias de sus personajes, los tejidos, la reinterpretación involuntaria de una menina, los anillos de luz, las formas que se hacen y se deshacen. El destello de los colores. Los amaneceres cargados de sed por la escasez de agua, el misterio de una mirada encendida.

Lola ha sublimado las raíces más profundas de las energías artísticas de su estirpe gitana. Con su pintura encasillada por los entendidos -repito- en un expresionismo abstracto, ha roto moldes genéticos para abrir los enrejados floridos y dejar entrar a los vientos del norte y al terral. Hermoso quejío acompasado.

Francisco J. Carrillo
Académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo

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